¿Y cómo me llama Dios? Amándome. Como diría el Papa Francisco: “No estás aquí por casualidad. El Señor te ha llamado, no solo hoy, sino desde el comienzo de tu vida. Has sido llamado por tu nombre. Ninguno está aquí por casualidad. Hemos sido llamados ¿por qué? porque somos amados. Somos amados como somos, no como quisiéramos ser. Como somos ahora. Este es el punto de partida, sin maquillaje.”
Dios te ama como eres. Esta es la gran misión educativa, ayudar al alumnado a reconocerse, a dotar de significado la vida, a transformarla mediante el amor. Dejarse amar para poder amar, amar a los menos amados, fortalecer a los débiles, curar a los enfermos, vendar a los heridos, recoger a los descarriados… ser para ellos lo que Dios ha sido para tí.
Si dejamos que Dios nos ame y respondemos a su llamada, en nosotros algo se transforma. Quien ama no se queda de brazos cruzados, quien ama sirve y quien ama corre a servir, corre a entregarse al servicio de los demás”.
Si decimos que sí, si escuchamos esa llamada, implicará un salir de nosotros, transmitir lo que hemos recibido, una actitud de disponibilidad y servicio, un ver más allá de las apariencias, un compromiso permanente, un entregar la vida.
Solo desde ahí, se entiende nuestra metodología educativa, el cooperativo, el aprendizaje y servicio, la significatividad de la pastoral y, sobre todo, que nuestra labor profesional no es un trabajo, sino una vocación. “Hagan creíble la fe a través de las decisiones. Si la fe no genera un estilo de vida convincente…. No basta con que un cristiano esté convencido, ha de ser convincente.”
Aunque en la vida, a veces, ignoramos la llamada amorosa de Dios padre, sabemos que Él nos sigue llamando, nos sigue amando y que nosotros, en cualquier momento, podemos darle la vuelta al cartel y aceptar la invitación que nos hace.
Concluimos la explicación del lema con una poesía de un religioso Terciario Capuchino, el hermano Cándido Lizarraga, que dice así:
Inaudito que Dios me ame, inaudito que Él me llame,
pero a Dios que me ama y me llama, tendré que decirle, mejor hoy que mañana:
¡Señor! ¿Qué quieres que haga?
Y Él me responderá así: mira… déjame entrar en tu vida,
déjate atrapar por mi amor.
Lo demás… es cosa mía.